
Gorki está considerado el iniciador de la escuela soviética del "realismo socialista". De origen muy humilde, fue un claro ejemplo de formación autodidacta, formación que pudo ampliar gracias a la protección del escritor Korolenko. Temperamento realista y poético, suscitó el entusiasmo del pueblo ruso ya desde la publicación de su primera obra, Narraciones
(1896). Describe con crudeza la miseria y el sufrimiento de las clases marginadas de la Rusia de los zares, introduciendo en la literatura rusa el tipo del vagabundo, el desheredado, el "exhombre" (como él le
bautizó), personaje lleno de humanidad y optimista ante la desgracia.
Máximo Gorki, seudónimo del escritor ruso Alexei Maximovich Peshkov, nació el 16 de marzo de 1868 en Nizni-Nóvgorod (rebautizada Gorki en su honor y cuyo nombre mantuvo entre 1932 y 1991), y murió el 8 de junio de
1936 en Moscú. Pierde a su padre a los tres años y vive con sus abuelos en duras circunstancias; tiene que dejar de estudiar por falta de medios, trabaja en diversos oficios. A los 16 años se relaciona con las
juventudes progresistas, y a los 18 años intenta suicidarse, disparándose un tiro. De ese episodio proviene, tal vez, la decisión de bautizarse Gorki, que en ruso significa amargo.
En 1906 abandonó Rusia y por siete años vivió en el exilio localizándose en su villa de Capri cerca a Nápoles. Al estallar la primera guerra mundial sirvió en la Cruz Roja rusa y después de la revolución fue
presidente de un comité para salvaguardar la propiedad artística. Inicialmente se opuso a la revolución de 1917 y a las medidas de Lenin, siendo silenciado por órdenes de éste último. Finalmente hizo causa común con
los bolcheviques, de los que se separó en 1920, aunque después volvió a reconciliarse con ellos. Por consejo de Lenin, Gorki marchó al extranjero para curarse de una vieja afección pulmonar -tuberculosis-, adquirida
en su juventud, que ponía en peligro su vida.
A partir de 1928, Gorki regresaba a su patria cada año y retornaba a Italia cuando el clima se hacía más húmedo y frío, pero en 1933, decidió quedarse en la URSS. Entre las razones que le hicieron a Gorki regresar a
su natal Rusia fue la toma del poder en Alemania por los fascistas. lo que hacía vislumbrar otra guerra mundial. A pesar de su precaria salud, se manifestó abiertamente como antifascista, integrándose como dirigente,
del movimiento mundial por la paz.

En constante desequilibrio ambiental y anímico, comienza a publicar sus primeros relatos a los 24 años, pero no llama la atención hasta que publica en San Petersburgo Bocetos y relatos (1899). Con la publicación del drama
Los bajos fondos (1902), se convierte en símbolo de
la lucha del proletariado, ídolo del pueblo; pero el gobierno zarista impide que sea nombrado miembro de la Academia de Ciencias. Toda su creación literaria es reeditada y comentada con el entusiasmo de que antes
careció, pues aparte de su auténtico valor artístico, es usada como bandera política por el movimiento revolucionario.
En el género autobiográfico dejó obras de gran calidad humana, como
Mi infancia, Entre la gente, Primer amor, Mis universidades y
Fragmentos de mi diario. Entre su obra narrativa destacan:
La familia Orlov, Los
vagabundos, dos volúmenes de relatos, F
omá Gordéiev, Tres hombres, La madre (1907), obra con la que empieza una nueva etapa en la que los personajes comprenden el valor de la rebelión, de la fuerza de voluntad y de
la toma de posición personal,
Camaradas, La confesión, Los Artamanov y
La vida de Klim Sanguine. Escribió además los dramas
Los pequeños burgueses (1901) y
Los bajos fondos
(1902), una de las obras más conocidas.
Ambos fueron estrenados en 1902 en el Teatro de Arte de Stanislavski, en Moscú.
Los pequeños burgueses es un drama sobre la crisis que acompaña el tránsito de una orden social a otro. Sus personajes reflejan la decadencia rusa de principios del siglo XX, el inminente ocaso del zarismo y, como
arrastre inevitable, la pérdida de los privilegios de su sector social que parasitaba en el hastío, el escepticismo, la corrupción y un inconfesado pero indesmentible descenso de su autoestima. En ese marco, un
detalle no menor es que la obra tiene un firme y romántico anclaje en el optimismo, que se encarna en Nil, el obrero de la historia. Con este personaje, la categoría social de obrero hace su primera aparición en el
teatro ruso.
"Tengo miedo de este tiempo... todo cruje", dice uno de los personajes de Los pequeños burgueses. Y, efectivamente, en la Rusia de principios del siglo XX crujía todo un orden establecido.
A cien años de su estreno, el modelo neoliberal o capitalista que tiende a globalizar las condiciones de vida de este mundo, resulta tan injusto como el que sometía a estos personajes de Los pequeños burgueses. Hoy
como entonces, todo cruje. De ahí la actualidad -hasta sorprendente- de esta obra de Gorki.
Nil materializa la esperanza de Gorki en el cambio que se avecina, y que debería tener al proletariado como motor y protagonista de un tiempo donde el trabajo creará riqueza y la riqueza será repartida con justicia.